sábado, 24 de marzo de 2012

Los Libres del Sur

Los Libres del Sur
“…ninguna resistencia sacudió tanto su espíritu como la de la campaña del Sur de 1839. Eran los nobles gauchos del Sur con quienes el había compartido las privaciones y las rudas fatigas de sus mejores años; de quienes el había sido amigo, protector, todo, durante el largo interregno de las primeras luchas por la patria, cuando la campaña yacía en completo desamparo, y antes que el hubiese ocupado los diferentes cargos públicos a los cuales ellos mismos lo exaltaron: ¡Eran esos nobles gauchos del Sur los que proclamaban su derrocamiento y su muerte!...”
Adolfo Saldias:”Historia de la Confederación”
El año 1838 no ha venido bueno para el gobierno de Juan Manuel de Rosas. Desde marzo los buques de Leblanc bloquean el Río de la Plata y el litoral argentino, con desastrosas consecuencias económicas; el dictador Santa Cruz le hace la guerra a la Confederación por el norte; los unitarios conspiran en ambas bandas del Plata .. Estos acontecimientos que aparentemente deberían destruirlo politicamente, lo entronizan ante el pueblo, que estrecha filas en la adversidad. Los resultados exasperan a sus oponentes, que desconocen la idiosincrasia de su enemigo. Leblanc, cansado de contemplar las aguas del río y su orilla occidental, le da un cariz más activo a su gestión: ordena a Daguenet la ocupación de Martín García. Todavía peor: se demuestran torpemente intenciones de conquista que en realidad no tienen. Mientras tanto ¿cómo toma la emigración el bloqueo? Lavalle desde Mercedes, todavía sensible a lo que le dicta el sentimiento y la razón, considera. el bloqueo como una cuestión nacional; hasta piensa en volver a su patria.. Varela, del Carril y los demás argentinos en Montevideo, piensan lo mismo. La ocupación de Martín García enciende la musa de los emigrados, que contemplan doloridos la bandera francesa en el lugar de la argentina. Hasta aquí no se “han trastornado las leyes eternas del patriotismo”, como dirá luego Lavalle: todos se conmueven ante la agresión francésa. Pero por noviembre del 38 llega a Montevideo el joven Alberdi; éste considera el título de patriota tan honorífico como inútil, La ayuda en la lucha contra Rosas —piensa---. debe ser aceptada venga de donde venga, A caballo regalado... Los viejos unitarios y el mismo Lavalle, se escandalizan; pero no mucho. Los cansados emigrados de tratar de conseguir apoyo popular, que es como pegarse la cabeza contra las paredes, empiezan a reconsiderar entonces —principios del 39— las ideas del recién llegado, hasta que se autoconvencen que hacerle la guerra al gobierno de su patria con los buques de Luis Felipe y con la ayuda de sus súbditos, es perfectamente compatible con el honor de todo buen argentino.
Ya para marzo del 39 el patríotismo es un obstáculo superado. Y el pobre general Lavalle, que en los momentos decisivos siempre tendrá un “doctor” al lado para que le haga hacer y decir precisamente lo contrario de lo que quiere, se pliega al apoyo de los franceses. Luego vendrán el pacto con Leblanc, la “confraternización” en Martin García, los 200.000 patacones... ¡Qué lejano este Lavalle del que pensó servir a las órdenes de Rosas contra Francia! Qué lejos los emigrados de los vibrantes versos a raíz de Martin García!
En Buenos Aires se comentan con estupor estos hechos, mientras se apagan los últimos comentarios de Pago Largo, Mientras, el joven coronel Maza, jefe de importantes fuerzas de campaña y en creciente ascenso, planea un levantamiento. El sublevará el sur, donde ya tiene muchos comprometidos, sus amigos, la ciudad, y Lavalle vendrá por algún punto de la costa a apoyarlo. Maza se exaspera y finalmente, se larga solo a levantar el sur. Pero ha habido una traición de por medio (los Martínez Fontes), y el Restaurador, que conoce todas las maniobras de cerca, lo prende y lo manda fusilar. Su padre es asesinado por un exaltado. Pero Masa antes de morir nada dice acerca
de sus compañeros de rebelión. Rosas, al abrir la investigación, encuentra tantos y tan calificados nombres que prefiere cerrarla y poner en libertad a los detenidos. Aunque el sur queda intacto, los “libres” sufren el primer golpe: pierden a su jefe y origen, el coronel Maza.
El tiro de gracia para la baqueteada suerte de los hacendados, lo da Juan Lavalle. Este se halla en Martín García con su ejército libertador, presto a lanzarse al sur. Así se lo ha manifestado al inquieto Marcelino Martínez Castro, que lo entrevistó. Pero los franceses, luego de muchas cavilaciones, deciden no llevarlo hasta el Cabo Corrientes, el lugar elegido, porque en este accidente geográfico ven el final de sus seguras naves: no es un sitio para desembarcar un ejército. Los otros puntos de la costa (Tuyú, Atalaya, Ensenada) son descartados sistemáticamente, Y Lavalle, ante la invasión de Echagüe a la Banda Oriental, se decide a defender la suerte de don Frutos Rivera antes que aparecer por la Laguna de los Padres: “Rosas y Echagüe deben caer. A ini me es indiferente empezar por una u otra parte, pero no al pueblo oriental invadido, Yo tengo pues que obedecer a su interés que es el interés de todos: el de nuestra hermosa causa. Querido, me voy a Entre Ríos: en Buenos Aires se van a desesperar pero así lo exige el bien público”.
Y en Buenos Aires, efectivamente, se exasperan; Martínez Castro en nombre de los hacendados, lo vuelve a entrevistar, ya en Entre Ríos, Lavalle (oh, qué cambiante es el general!) se entusiasma de vuelta con la idea de ir al Sur. Pero los franceses se niegan a llevarlo; el pobre Martínez Castro desde Gualeguaychú hasta su estancia en la Laguna de los Padres, habrá meditado la triste suerte de los “libres”: primero Maza, ahora Lavalle... Allí quedan supeditados a sus propias fuerzas.

LOS “LIBRES”

La revolución del Sur es un episodio que puede parecer curioso al que conoce solo esquemáticamente la época de Rosas. ¿No es esa campaña la que lo empujó a la vida política nacional y al cargo que ostenta en ese momento? ¿No es ese Sur revolucionario, donde se dice que tiene “un altar en el corazón de cada paisano”? Analicemos la actuación de estos últimos en los sucesos que anteceden a la batalla de Chascomús. En aquel tiempo, la verdadera autoridad moral para los paisanos era la del mayordomo o la del patrón, que en la casi totalidad de los casos convivía con ellos y participaba a la par en las tareas rurales. La ascendencia de los hacendados sobre sus peonadas era enorme y éstos sentían la causa de sus patrones como propia. Es así que en las estancias de los unitarios, Ramos Mejía, Campos, Quintana, Ezeyza, etc., el levantamiento del gauchaje llegado el momento, será espontáneo y vigoroso. Por el contrario, en las estancias de los federales, donde la admiración natural del paisano hacia Rosas no ha sido anulada por la propaganda unitaria, serán llevados a punta de tercerola a la batalla y aparecerán corno enrolados en una causa de la que no participan ni remotamente. Y esto lo pagarán caro los hacendados, porque apenas comenzado el encuentro de Chascomús, desertarán en masa, arrastrando en su dispersión a un enorme número de “Libres”...  

Pedro Castelli, cuya cabeza fue puesta en la Plaza de Dolores después de la derroto del movimiento.  

Pero los motivos que levantan a los estancieros contra Rosas, tienen más que ver con sus intereses económicos que con un supuesto celo patriótico. Ellos no interpretan la política exterior de Rosas como una muestra de soberanía de la joven nación, sino como un capricho demagógico del Restaurador. “que los indispone con la Francia”, El bloqueo, además, los priva de los ingresos provenientes de la exportación de los productos rurales. Pero la causa de fondo, la que mueve decisivamente a los hacendados, es la nueva legislación sobre tierras. Agotado el erario provincial y privado de los ingresos de la aduana, Rosas debe echar mano al recurso de las tierras concedidas en enfiteusis. Por leyes anteriores se podía renovar el contrato enfitéutico todos los años, pero en mayo de 1838 dicta el Restaurador un decreto que prácticamente comprende a todos los estancieros del Sur, en el que anula la renovación y se ponen en venta las tierras que se hallaban bajo concesión, otorgando prioridad para la compra a sus actuales locatarios. Los pocos que quedaban exceptuados de esta última alternativa seguirían bajo contrato pero pagando el doble que antes. Para los hacendados, si la persona de Rosas les había resultado medianamente soportable hasta ese momento, desde allí pensarían solamente en derrocarlo. Maza, al preparar su fracasado movimiento, tiene en cuenta ese sentimiento antirosista y procurará la organización y unidad de los hacendados como una fuerza revolucionaria. Al ser eliminado Maza se busca el apoyo de Lavalle, pero éste también defecciona y la única salida es confiar en las propias fuerzas y en la voluntad de los pueblos contra Rosas. Esta última no existe y los revolucionarios no tendrán más apoyo que el de Dolores y Chascomús.
¿Quiénes conspiran? Al norte del Salado se vuelve muy peligroso hacerlo: Girado y los Linera, que se alternan en el Juzgado de Chascomús, son incondicionales del Restaurador y no se les pasará por alto ningún indicio de un posible movimiento. Tal es así que en Chascomús, la noticia del levantamiento cae como una bomba, inclusive para los unitarios; sólo están comprometidos los Lastra, Leonardo de Gándara, el comandante Francisco Villarino y don Ambrosio Cramer. Este último luego de una brillante carrera en su patria, Francia, ha venido a estas costas y se destaca en nuestra guerra de la Independencia; es premiado por su valerosa actuación en Chacabuco. Más tarde servirá en las filas de los Directoriales e intervendrá en la campaña de 1824 al Desierto. Cramer es “reconocido por sus ideas liberales” y los revolucionarios confiarán a él la Instrucción militar de sus desorganizadas masas de jinetes. Pese a que Chascomús no será “trabajada” para la revolución, responderá llegado el momento: Lavalle y el unitarismo son nombres muy caros para el corazón de muchos de sus habitantes. ¿Podrá olvidar el Restaurador alguna vez, el apoteótico recibimiento que se le tributó a Lavalle en Chascomús, cuando pasó por allí, en el 29, y se intentó ]levar a pulso el carruaje en que entraba al pueblo...?
En Dolores y Monsalvo el panorama cambia fundamentalmente. En la primera, el Juez de Paz, Sánchez, es un buen hombre que no quiere delatar ni entregar a los estancieros, prefiriendo antes que esto, traicionar a quien lo nombró:
Rosas. Manuel Sánchez los conoce a todos, es muy amigo de varios de ellos y hasta simpatiza secretamente con sus ideas. Entonces, haciendo la autoridad la “vista gorda”, los preparativos se hacen a la luz del día, la propaganda se intensifica sin miramiento, las proclamas y diarios circulan libremente. Hay quien llega a lucir el cintillo celeste...
El Juez de Paz de Monsalvo, José Otamendi también está en una difícil situación. Participando o no de la revolución, debe encubrirla porque uno de los principales cabecillas es su hermano Fernando.
Entonces Martín y Manuel Campos, José de la Quintana, Martín de la Serna, Ezequiel, Francisco y Matías Ramos !ejía, los Alzaga, padre e hijos, Francisco Madero, Marcelino Martínez Castro, Pedro Lacasa (luego edecán de Lavalle y uno de sus más autorizados biógrafos), Juan Ramón Ezeyza, Eustaquio Díaz Veles, Fernando Otamendi; el comandante López Calveti, los Saenz Valiente y Don Pedro Castelli, conspiran abiertamente. Organizan en sus campos boleadas, cuadreras, jineteadas.., cualquier entretenimiento es bueno para reunir al paisanaje y adoctrinarlo, El “Grito Argentino” es introducido estratégicamente en las ruedas gauchas, en los fogones. Se emplean muchos más peones que los necesarios, con el pretexto de cualquier tarea campera, y se los gana para la revolución.,.
Rosas, no sólo por la correspondencía con sus amigos del Sur conoce que
se conspira. El sabe que los elementos comprometidos en la campaña y que iban a participar en la conjuración de los Maza permanecen intactos y los vigila discretamente. En septiembre ordena a los Jueces de Paz que mantengan las caballadas a por lo menos diez leguas de la costa: advierte un acuerdo entre los “libres” y Lavallé, y se pone en guardia ante cualquier posible desembarco.
Entretanto, Castelli, Ezeyza y otros observan a Rico esperando la oportunidad propicia para hablarle. Manuel Rico ha sido Juez de Paz de Dolores y es un federal “neto”. Pero sucede que Rosas probablemente descontento de su gestión, lo llama a Buenos Aires y allí, como “castigo” lo tiene meses haciendo antesala. Rico, que tiene un carácter violento, un buen día, deja una nota poco conceptuosa al Restaurador y se manda mudar al Sur. Desde ese momento toma hacia la persona de Rosas un odio intenso. Vuelto a su puesto, que es el de segundo de Narciso Valle, tiene con éste un altercado: Valle lo insulta en voz alta; Rico se enfurece, saca un puñial y llevándolo contra una pared y cuando va a clavárselo los separan. El suceso, que se produce en un reclutamiento de milicias en la estancia de Ezeyza, es advertido por los hacendados: se lo convence a Rico, que su “huida” de Buenos Aires y lo que acaba de hacer, no merecerá para Rosas otra pena que la de muerte. Esa misma noche, Rico, Castelli, Ezeyza, Fornagnerra y otros, celebran a la luz de la luna, sentados a orillas de la laguna del Durazno, un pacto: la revolución ha de estallar el 6 de noviembre, pero si Rosas pide la cabeza de alguno de ellos, se adelantará el movimiento. El açuerdo, celebrado en tan romántico marco, tendrá ocasión de ser puesto en práctica el 29 de octubre de 1839.
EL GRITO DE DOLORES
En Dolores los estancieros habían logrado el apoyo del comandante de los cívicos, Inocencio Ortiz, su hermano Antonio, el capitán Martín Arenas y una cantidad de vecinos y comerciantes. A éstos también los perjudica el bloqueo, al privarlos de toda clase de mercaderías de procedencia europea y americana. Todo se hacía en un marco relativamente tranquilo en cuanto a la seguridad, ya que los mismos alcaldes eran los principales agentes de la revolución y Manuel Sánchez; ‘el Juez de Paz, nada informaría a! Restaurador de los preparativos por no comprometer la suerte de sus amigos. Pero a mediados de octubre se presentó un día un uruguayo de apellido Cuello, en el Juzgado de Paz con una carta anónima encontrada en la calle. Cuello no sabía leer, pero sospechando que dijese algo importante la carta, quería que la autoridad la conociese. Sánchez empezó a leer y comprendió inmediatamente el carácter del papel: “Todo presenta por acá el más agradable aspecto para la causa de la Libertad. Casi ningún trabajo me ha costado persuadir a más de 200 gauchos a abandonar al tirano, pues ellos en su motivo y en varias conversaciones conmigo, me han manifestado el odio que le tienen y los dispuestos que están en seguirlos, con tal que sea para echarlo abajo y que reine la unión y no la p... Federación que los tiene pobres y j... con el bloqueo: son sus palabras de ellos.







Matías Ramos Mejía, Francisco Madero

 Los companieros del pueblo de Dolores están muy alegres, festejando unas proclamas muy bonitas que han leído delante de ellos. Sin duda supongo que serán las proclamas del Libertador... El número de patriotas decididos y aliados a nuestro Libertador que tenemos seguros en Dolores (fuera de los que Ud. conoce), ascienden ya a 48, todos estos vecinos los más, y con el espantajo de los bigotes, luto, cintillo y cintas pasan por muy federales; y así están todos dispuestos a pasarlo mientras no les llegue la hora de la música de los violines que el día menos pensado van a tener el Juez de Paz y el tiranuelo Valle. Este último anda por acá tiranizando a los pobres paisanos en nombre de su amigo el Gran Tigre”... Así decía la carta, dirigida a un tal Justo Martínez. (La carta estaba fechada en septiembre cuando todavía se esperaba el desembarco de Lavalle en Laguna de los Padres. A él se refiere el anónimo cuando habla del Libertador). Sánchez, comprendiendo que el papel era una verdadera síntesis de lo que sucedía bajo su mando, y de lo cual él no decía ni palabra al Restaurador, decidió eliminar el papel. Pero cuando le acercó una vela para hacerlo, el uruguayo reaccionó rápidamente diciéndole: “Tenga cuidado señor Juez, porque esta novedad puede llegar a oídos del gobernador y comprometerlo”. El pobre Sánchez entonces creyéndose víctima de una treta del Restaurador para probar su fidelidad, tuvo que remitir una copia del anónimo a Rosas con una carta aclarando que pese a lo que dijera el papel encontrado, éste no era más que la acción “de un bribón que quiere perder el vecindario”. Rosas, al recibir el oficio, comprendió que lo mejor era demostrar a los hacendados, por medio del Juez de Paz, que él conocía la gestación de un movimiento y que conocía sus cabecillas. Para ello pidió “la remisión de cuatro salvajes unitarios de los más rematados del partido de su mando” sin indicar los nombres: todos se sentirían comprendidos entre los cuatro y entonces en salvaguarda de su vida y haciendas abandonarían el movimiento. Esta sucedió exactamente en Dolores y Monsalvo como lo tenía pensado; los jueces de Paz comunicaron los pormenores de su pedido a los estancieros. Pero éstos, que estaban muy lejos de amilanarse, contestaron a Sánchez que pidiese al Restaurador los nombres de los que debía remitir, para ganar tiempo. Es entonces que Rosas recibe un oficio de Sánchez indicándole que los cuatro salvajes unitarios los debía determinar él, porque en el partido de Dolores no existían y la gente que lo habitaba era “trabajadora y ajena a la política”. Juan Manuel se da por satisfecho con haberle mostrado a los estancieros el conocimiento de su parte de lo que se prepara, y suspende las órdenes de remisión de los cuatro “salvajes”.

Francisco Ramos Mejía, Martín Campos y Marcelino Martínez Castro
 Hasta aquí todo fue una comedia por parte de Rosas, que conoce lo que sucede en el Sur y el nombre de más de uno de los cabecillas; y también de Sánchez, que por encubrir a sus amigos finge ignorancia del asunto. Pero el 24 de octubre aparece otro anónimo en Dolores, y Sánchez no tiene más remedio que remitirlo a Buenos Aires. Rosas comprende que los preparativos continúan y entonces pide la remisión inmediata de cuatro unitarios “con orden al conductor que los fusilase en el camino si dieran trabajo”. Los Ramos Mejía, Rico, Ezeyza, Castelli, y otros, avisados de este nuevo pedido al cual Sánchez ya no puede eludir, consideraran llegado el momento de poner en práctica el pacto del Durazno. Además, al mismo tiempo son pedidos a Monsalvo, Pedro Castelli, Lacasa, Fernando Otamendi (hermano del Juez de Paz a quien se los pedían) y Juan Ramón Ezeyza. Finalmente Rico, con una pequeña escolta, se dirige a Dolores en la noche del 28 de octubre, llegando a las 4 del día siguiente. Todo es soledad y silencio en las calles. Van primero a lo del alcalde Lens y lo despiertan; éste, primero sorprendido por lo insólito de la hora, reacciona y se lanza por las calles a la par de Rico y la escolta, golpeando ventanas, dando gritos... ¡La revolución ha estallado! Todo entonces se vuelve una enorme confusión: los unitarios se abrazan, lloran, gritan; las peonadas de los estancieros comprometidos empiezan a llegar levantando polvaredas y se mezclan entre el público, que poco a poco va llenando la plaza.
Hacia las 10, Rico arenga a la pequeña multitud entre el alborozo de la misma. Propone que en Asamblea popular, se elijan las nuevas autoridades que gobiernen a los Libres del Sur. Allí es propuesto como Juez de Paz don Tiburcio Lens, que elegido, enseguida se hace cargo. Se toma el retrato de Rosas que se halla en el Juzgado: Rico lo patea, los otros se pelean por acuchillarlo: se queman los cintillos, vuelan los “trapos negros”...


Coronel Nicolás Granada. Se dijo que traicionó a la revolución, pero no fue así.
Hacia el mediodía todos se desconcentran entre mueras y vivas. Rico se instala a las afueras del pueblo y recibe a los hacendados que siguen llegando con sus paisanos. Se manda llamar a Pedro Castelli; todos quieren conocer al jefe del movimiento. Castelli es un ex granadero que desde el año 23 actuaba en el Sur; primero como administrador y luego como propietario de una pequeña estancia en la remota Sierra del Volcán. Es hijo del prócer de la Revolución de Mayo y ha actuado en las campañas contra Ramirez y López. Pese a que Castelli ha pasado a la historia como el Jefe de la Revolución, el que tomó todas las medidas y sugirió las que Castelli tomaba, fue Manuel Rico. Como bien lo dice Ángel Carranza en su clásica obra, “Castelli desde que asumió el mando en jefe, defraudó la expectativa general, mostró poca iniciativa, sobrada apatía y ninguna disposición para encabezar un levantamiento como aquél. . . “. Hacia la noche, Dolores se vuelve un Inmenso baile público: el gato y el malambo se bailan en los ranchos, en el campamento, en la plaza. Se declama; recitan unas coplas que dicen:
El:
Lo digo de corazón;
soy gaucho fiel y porteño
 y hasta ver a Rosas muerto
 no he de salir del empeño.

Ella:

 No he de salir del empeño
 esperando el dulce día
 de premiar tu patriotismo
 si Dios me presta la vida. 

El 30 de octubre, mientras las partidas cruzan los campos levantando las mejores caballadas y en Dolores empieza la instrucción militar de los paisanos, llega al campamento don Ambrosio Cramer. Pero Cramer, al igual que Rico, advierte la falta total de armas: hay regimientos de gauchos armados con una tijera de trasquilar atada a la punta de una tacuara... Mientras en Chascomús la noticia del Grito de Dolores ha caído como una verdadera pesadilla para el juez Linera, que manda inmediatamente noticias al Carancho del Monte, Vicente González, para que informe a Buenos Aires. Pero su Majestad Caranchísima lee y relee el documento y al final quiere creer que no es más que una broma de mal gusto de Linera. Y se lo guarda. Solo al segundo despacho que le mandan aceptará la veracidad de las noticias y se apresurará a informar a Buenos Aires. La noticia llega y conmueve a la Secretaría de Rosas en pleno, que deja el Teatro Argentino donde se hallaban gozando de una excelente función para volar a la casa del Restaurador a ponerlo al tanto de lo que pasaba. Dice Saldias que Juan Manuel de Rosas dormía tranquilamente... “A medida que llegaban los partes, Reyes se los llevaba a Rosas y éste decía desde su cama que lo dejase, que estaba bien, y seguía como durmiendo. Esta escena se repitió tratándose aún de pliegos urgentes. Rosas ni dejaba la cama ni tomaba disposición alguna, ¿cómo explicarse esta inacción cuando le noticiaban que sus enemigos proclamaban su derrocamiento y su muerte en esa campaña del sur, cuna de su poder y de su influencia?..
Rosas en los días subsiguientes se mostrará tremendamente apesadumbrado; se obsesionará tratando de saber en qué cantidad y de qué manera, los paisanos se han adherido a la Revolución. Prudencio lo tranquilizará, contándole los episodios sucedidos en los establecimientos de Anchorena, donde fueron sacados por la fuerza enorme número de peones, llevados a las filas de los “Libres”. Entretanto en la campaña del Norte de la provincia el movimiento ha tenido un eco negativo. Se presentan los ciudadanos, solicitando se los deje ir a pelear al Sur contra los insurrectos.
Pero Rosas ya había tomado medidas y todas las fuerzas están avisadas y preparadas.
Mientras, en Chascomús, al amparo del levantamiento de los cívicos del comandante José Mendiola, los unitarios habían organizado un levantamiento similar al de Dolores; los unitarios de Chascomús no querían ser menos que sus correligionarios de Dolores... Producido el Grito el 2 de noviembre en la plaza del pueblo, inmediatamente destacó Rico una partida de 400 hombres desde Dolores, para que la apoyase. Esta, que llega el 3 de noviembre al mando de Zacarías’ Márquez, va a acampar a orillas de la Laguna de Chascomús, pasando por el pueblo antes, que la recibe alborozado. En los días subsiguientes engrosarán estas tropas los regimientos sublevadós de Camilo Islas; el escuadrón’ de Milicias de Magdalena, compuesto por, más de 100 hombres, al mando de M. Valle y las fuerzas que guardaban la boca del Salado en previsión de cualquier intento de desembarco, al mando de Olmos. Uno de los principales subalternos de este último es el mulato Javier Funes, que llegado el momento, se pasará a los leales en plena batalla (“Funes el gaucho astuto, de nefasta / triste recordacion. ..“ dirá más tarde Esteban Echeverría en su “Insurrección del Sud”). En Dolores todo era movímiento y alegría; los comprometidos habían respondido plenamente y los libres ya tenían una fuerza de millar y medio de hombres. En realidad, todos los revolucionarios esperaban de un momento a otro la llegada de las tropas del coronel Granada, de la guarnición de Tapalquén. Afirmaba Fernando Otamendi, que ya había sido hablado Granada y que éste se pasaría apenas estallara la revolución con sus aguerridas tropas. La noticia que Granada apoyaba la revolución ganó toda la campaña y también los oídos de Prudencio y de Juan Manuel, que no podían creer en la defección del fiel coronel... Pero como se comprobará más tarde (muy tarde ya) Granada no se enteró del movimiento hasta que tuvo que marchar a reprimirlo mientras todo el Sur lo creía traicionando al Restaurador. La inexactitud “a designio” con que Otamendi engañó a todos, pues él y Pedro Lacasa eran los únicos que sabían la verdad, estuvo motivada en el prestigio del nombre de Granada, que fue usado para decidir a los indecisos. El coronel será el que en Chascomús los derrote... Por muchos años, sin embargo, se siguió creyendo que Granada había prometido apoyo y a último momento se había amilanado, Echeverría dijo de él:

“Granada el traidor villano
cuyo vil nombre quisiera
Dejar la musa olvidado…”

Pero no será la única mentira con que se despacharán los Libres para decidir a más de un incauto: a Tapalquén, donde se hallaba Catriel fue enviado un chasque para decirle que a Rosas lo habían matado en la ciudad y que en la campaña había una revolución que trataba de resguardar el orden público; que se plegase a los Libres era lo que buscaban en Dolores: la potencia del malón desatado sería usada para pelear a las fuerzas que mandara Rosas. Todo esto se hacía girando alrededor del amor y fanatismo de los indios hacia la persona de Rosas; primero desatarían la fuerza, luego la canalizarían... Pero la indiada no entendió nada de plegarse a cualquier revolución: apenas oyeron que Rosas había muerto se aprestaron a hacer justicia por su propia mano. Catriel, desesperado por la noticia, avisó que mataría cuanto cristiano se le presentase por los toldos y que arrasaría Azul, porque allí se encontraban los asesinos de su querido Restaurador... Hubo que pedir urgentemente la remisión de unos indios que eran de la tribu de Catriel y que se hallaban en Buenos Aires para que atestiguaran que el Restaurador seguía con vida... Llegado entretanto Castelli a Dolores, se pensó en la posibilidad de congraciarse con los bloqueadores no sólo para tener un medio de escape si fracasaba la revolución, sino también para que por su conducto se remitiesen armas desde Montevideo. La simpatía de los hacendados y uitarios por la causa de la Francia se ve reflejada en la nota que envían a Leblanc para que éste los apoye con sus barcos; invocan para ello “la afinidad quee reina entre los principios de libertad que nos animan y los que abrigan los súbditos de su Majestad.. . “ Además, por supuesto les abrían los puertos del Salado y del Tuyú para que comerciasen tranquilamente... La carta fue entregada a Leblanc y éste respondió calurosamente: los jóvenes Francisco Madero y Martin González Rivadavia fueron llevados a Montevideo, para que consiguieran armas para la causa de S.. M. y los hacendados. Pero la ayuda pedida a la Comisión Argentina llegará tarde; la revolución ya había sido derrotada y la mayoría embarcados en el Tuyú. En buena medida puede atribuírse a esa tardanza el fracaso del movimiento. Los “Libres” actuaron prácticamente desarmados.... 





Ambrosio Cramer: una brillante trayectoria.

El 6 de noviembre al amanecer salen todas las tropas que aún permanecen en Dolores para Chascomús; allí van Rico y Castelli al frente. Se han destacado partidas para que levanten todos los puntos de la provincia pero éstas fracasarán ruidosamente; el movimiento no ha recibido más apoyo que el de Dolores y Chsacomús.. Y en esta aislación y desarmados irán a pelear en Chascomús en número de poco más de 2.000. Prudencio Rosas, contará por su parte, con 1,300 combatientes..
Prudencio Ortiz de Rosas se pone en movimiento el día 3 de noviembre en dirección a Chascomus y esa misma tarde se encuentra con Granada en la Posta de Génová. Grande es la sorpresa del bueno de Prudencio, que esperaba encontrarlo entre los Libres del Sur. Pero el hermano de Juan Manuel tiene todavía serios motivos para desconfiar: un chasque interceptado a la mañana llevaba cartas de Otamendi y otros para Granada. Prudencio, apenas se produce el encuentro, se las muestra. La exaltación del coronel, ante la sola sospecha de su traición, es enorme:
amenaza con dejar su importante puesto y marchar como soldado raso; hubo que darle todo género de explicaciones para calmarlo. Ambas fuerzas y las del lenguaraz Minaña con 200 Indios, marchan rápidamente y el día 6 al atardecer, acampan a orillas del Salado. Desde allí se envía al paisano Justo, alias “Ratón” para que averiguase la calidad y cantidad de las fuerzas revolucionarias. “Ratón” cumplirá su cometido y con creces:
también seducirá al mulato Funes, que como veremos más tarde, decidirá con su traición, la batalla. A la misma hora, en el campamento dispuesto a orillas de la laguna de Chascomús, todavía se comenta la llegada de los últimos contingentes que se hallaban aún en Dolores y que a marcha forzada han llegado al atardecer, exhaustos. Rico ha recomendado a Castelli evitar un encuentro decisivo, hasta que no se reciban las armas pedidas a Montevideo: están pésimamente armados y hay mucha gente que todavía no recibió instrucción alguna. Esa noche todo es silencio y sueño tranquilo, No saben que Prudencio, qe ha pedido un último esfuerzo a sus soldados, viene marchando desde medianoche en dirección a Chascomús. Y no lo advertirán hasta que lo tengan encima; Castelli inexplicablemente ha hecho retirar las guardias en el camino del Sur: de allí solo puede venir Granada y es a apoyarlos...

LA BATALLA
7 de Noviembre. Son las 4 y media de una mañana tibia y tormentosa. Con las primeras luces Zacarías Márquez cree ver una fuerza que marcha hacia ellos. Hace despertar la gente, ensillar los caballos, todo el campamento se convulsiona. Pero a medida que se acercan, distinguen a los coraceros de Granada, que vienen en la vanguardia de las fuerzas leales. Una partida sale a darles la bienvenida: todos suponen que Granada está con ellos... Pero como única respuesta. a sus “Viva Granada”, “Vivan los Libres” reciben una lluvia de balas que les mandan los carabineros del coronel. Las fuerzas de Olmos, que son las primeras en advertir la realidad, se lanzan contra los federales, detrás carga toda la caballería de los Libres. Pero al mismo tiempo que la batalla, comienza la deserción en las filas de los revolucionarios: pronto se hace incontenible. Además mueren en el primer encuentro Márquez y Mendiola, y en seguida Cramer, Ya no hay quién dirija: Rico se ve envuelto en el desorden y Castelli, sintendose en derrota se retira del campo de batalla... Los hacendados, tras una impetuosa carga, son empujados contra la laguna, que atraviesan, huyendo luego. Pero los cívicos de Dolores y Chascomús, con la ayuda de la división de Funes y la de Olmos, van ganando la batalla: toda la división de Prudencio ha sido derrotada y se dispersa hacia el pueblo; allí roban, matan. Los indios, que han sido rechazados en el encuentro, los imitan en la bárbara actitud: en Chascomús solo hay pánico y confusión; en Ranchos, se reciben los primeros dispersos de las tropas de Prudencio. Entonces Aguilera, apresuradamente, manda un parte a Rosas anunciándole la derrota de las fuerzas federales. Pero entre tanto, en el campo de batalla, Granada reorganiza en un costado a sus valerosos soldados, les da una breve arenga y con el apoyo de Ramón Bustos se lanza sobre el centro de los Libres en impetuosa carga. Es entonces que se ven los resultados de la diplomática
gestión de “Ratón”; el mulato Funes, saca un pañuelo blanco de entre sus ropas. lo cliava en la punta de una lanza y rinde con él a la division que está decidiendo la batalla en favor de los Libres. Las otras fuerzas se desmoralizan, se confunden o huyen ante la actitud de Funes. Granada, entonces, queda dueño del campo y manda llamar a Prudencio Rosas, que creyéndose derrotado marchaba hacia Buenos Aires y habia  llegado hasta el Samborombón en su retirada. Por supuesto se envía el parte de la victoria a Buenos Aires. ¡ Qué bálsamo habia sido para los nervios de Rosas dicho parte, después de creer varias horas en la derrota de sus fuerzas, a pocas 1eguas de Buenos Aires. Prudencio, que vuelve gozoso a Chascomús, intenta frenar a los indios, desatados totalmente, mientras ordena reunir a los paisanos dispersos que actuaron en las filas de los Libres. Hacia el mediodía se logra la concentración de 400 y Prudencio (por órdenes anteriores de Juan Manuel) los deja en libertad en nombre de su hermano “que prefiere creer que han actuado engañados y forzados, a castigarlos como traidores unidos a la Francia”.

GERVASIO ROSAS Y LOS LIBRES DEL SUR

Gervasio Rosas era uno de los hermanos menores del Restaurador. Dice Lucio V. Mansilla que era “un hombre genial, con rarezas —rasgos peculiares a los varones de esta familia— y asi como Juan Manuel por tendencia o por sistema quería exteriorizarse, sobresalir o distinguirse, él, por el contrario, amaba la penumbra, casi la soledad, leyendo libros que otros no leían, limitando en cuanto podía sus amistades, que eran casi todas íntimas. Hablaba poco, era pulcrísimo con su persona, condición de todos los Rosas, no daba ni recibía bromas, no era expansivo, aunque ocultara ternezas íntimas y fuera muy aficionado a las mujeres, poniendo en ello suma discreción, no tanto sin embargo que llegar a tapar el cielo con un harnero”. Juan Manuel ya ha tenidó más de un choque con Gervasio, a raíz del carácter de ambos: en 1829, Gervasio le rechaza repetidas veces el cargo de Coronel con que lo distinge su hermano: se niega a ser su subalterno, Más tarde en 1833, siendo mediador entre los balcarcistas y Juan Manuel, éste al recibirlo le dice:
“Gervasio, déjate de andar en estas cosas de política, porque vos no sabés ni cuidar un rodeo de vacas”. Gervasio se retira ofuscado y renuncia al papel que le habían confiado.
Pero a la fecha de la revolución, el Restaurador y su hermano han olvidado estos incidentes y las relaciones entre ambos son buenas; pese a que desde “el Rincón de López” que ahora regentea, mantiene Gervasio amistad con algunos estancieros unitarios, nada hace suponer el odio ancestral contra su hermano que la historia oficial le acusa como anterior a los sucesos del 39.

Coronel Prudencio Ortiz de Rosas: La represión.

Producido el estallido de Dolores, Gervasio es inmediatamente encarcelado por orden de lós cabecillas porque no sólo no tiene nada que ver con la Revolución y se teme que actúe en contra de ella, sino que además es persona no grata a muchos de los estancieros. Pero mientras tanto (y con este rumor ganan los “libres”) corre por la campaña la noticia de que es él el que encabeza el movimiento contra su hermano. Dé esta
falsedad, sin embargo, se hacen eco los que informan al Restaurador sobre los sucesos en el Sur, coincidiendo todos en la culpabilidad de Gervasio.Hasta el mismo Prudencio, basándose en este rumor, dice sólo a 36 horas de la batalla, que va al encuentro de las tropas “que acabo de tener noticias, Gervasio manda”. El Restaurador, en consecuencia, responsabilizará a su hermano de la jefatura del movimiento, y luego de la batalla lo mandará prender; Gervasio, puesto en libertad por Manuel Rico, volverá al Rincón de López. Poco le durará el sosiego: avisado de la proximidad de la partida que viene a tomarlo, se dirigirá a la boca del Salado y se embarcará hacia Montevideo. Luego de quedar aclarada, en Buenos Aires, su participación, volverá sin ser molestado después de un año de exilio.

EL FINAL

Los primeros dispersos de las fuerzas derrotadas empiezan a llegar a Dolores en el atardecer del mismo día 7 de noviembre. La noticia del desastre de Chascomús produce pánico en la población: los que no huyen hacia el Tuyú a embarcarse (hubo hasta quien lo hizo con familia y criados) empiezan a buscar a los “rosines” para que atestigüen que nada tuvieron que ver en la Revolución. Es así que cantidad de unitarios, llegado Prudencio Rosas a Dolores, tendrán que aparecer por “distinguidos federales”, “con el espantajo de bigotes, luto, cinta y cintillo”. Otros muchos, no pudiendo huir, por tener una familia numerosa, se las arreglan de la mejor manera para parecer como engañados por el “salvaje unitario Manuel Rico”. Benito Miguens, por ejemplo, aduce para que lo dejen en libertad que él pese a “las calumnias que se puedan decir, nada tuvo que ver en esta revolución, pudiéndolo atestiguar los vecinas.. . “. Mientras tanto siguen llegando a Dolores los derrotados y para el día 10 ya son mas de un millar los que acampan en las afueras del pueblo. Pero entretanto Prudencio Rosas, en Chascomús, ha recibido refuerzos y marcha en dirección a Dolores a aniquilar el resto de los Libres. Rico comprende que ya no hay nada que hacer, levanta campamento y se dirige al Tuyú; aquí discuten Castelli y Rico. Pedro Castelli cree que hay que hacer una guerra de montoneras hasta que se reciban las armas pedidas a Montevideo o hasta que Lavalle aparezca por el Sur a apoyarlos. Rico comprende que la situación está perdida y lo mejor es salvar el millar de hombres incondicionales con que se cuenta en ese momento; una guerra de montoneras podría prolongarse indefinidamente y desmoralizaría en seguida a las castigadas tropas. Castelli, entonces, en extraña actitud se separa del grueso de los Libres y con la sola compañía de un peón (el negro Gabino) se esconde en los Montes Grandes de Monsalvo.

El hermano del Restaurador: Gervasio Rosas “un hombre genial”.

El final de Castelli es espantoso; descubierto por una partida de dispersos federales, él negro Gabino, amenazado,indica dónde se halla su Jefe. Los soldados se acercan, sigilosamente: Castelli duerme. Uno de ellos toma un hacha y le abre la cara y la cabeza; luego lo degüella. El asesino, de nombre Durán, será luego premiado y distinguido. La cabeza es remitida a Prudencio, quien ordena inmediatamente se la clave en una pica en la plaza de Dolores. Este terrible espectáculo no durará ni meses ni semanas, sino ocho años. ¿Quién se iba a atrever a enfrentar la orden de Rosas, que ordenaba que quedase la cabeza en la alta pica de siete metros, hasta que él lo decidiese? Pero luego de ocho años, un buen día la cabeza cayó de donde se hallaba, sin ser advertido esto por las autoridades. Cuenta la tradición que una parda correntina, la Mama Pancha, .exasperada por la sacrílega actitud que con la reliquia se había tomado, aprovechó esta coyuntura y una noche tormentosa ordenó a su hijo que la buscase en la plaza y la trajera. Al día siguiente, advertido el Juez de Paz, “se armó una tremolina feroz”. Pero la cabeza había sido convenientemente escondida y los esfuerzos por encontrarla fueron infructuosos. Después de la caída de Rosas, solía Doña Pancha hacerle un altar con un cajón y unas velas y mascullar un rosario.

LOS VENCIDOS

¿Qué sucedió en Dolores, volviendo en el tiempo, cuando Manuel Rico se dirigió al Tuyú? Ante la cercana presencia de Prudencio y considerando que Rico estaba a una distancia prudencial, se organizó una contrarrevolución que, como es de imaginar, todos se apresuraron a apoyar. Cuando se estaba en lo mejor del asunto, firmando los vecinos el acta labrada, “libres del feroz tiranuelo Manuel Rico, el cual ha fugado á esconder en los desiertos la ignominia que reviste el atentado que ha cometido”, como por arte de magia aparece “el feroz tiranuelo Manuel Rico” con una partida. Selva dice: “Albacete se perdió entre unos pajales; Ramirez dió tan larga disparada que no se lo volvió a ver de vuelta por el pueblo; Vigorena y Visuara, con muchos de sus adeptos, corrían en dirección a Chaseomús. . . “. Pero Rico nada pudo hacer; Prudencio ya le pisaba los talones y lo tomaría desconectado de su tropa:
volvió a ella y el día 14 de noviembre embarcóse con más de 1.000 hombres en los barcos franceses, dejó en el Tuyú más de 3.500 caballos. Sin embargo, antes de tomar rumbo a Montevideo, recibe el campamento la visita de un curioso individuo norteamericano, que dice saber. exaactamente dónde se hallan las tropas de Prudencio. Fornaguerra, que le escucha, le pregunta qué ha hecho en los últimos días este marino para saber esos datos. Es que Fornaguerra sospecha que es el mismo marino de nombre Prescott, que es agente de Rosas, y que hace pocos días, según se sabe, embarcó cuatro amigos suyos y en vez de llevarlos a Montevideo, como se había convenido, intentó llevarlos al Salado y entregarlos a las fuerzas leales al Gobierno. El pobre Prescott es demasiado intrépido y esta vuelta le sale mal:
revisadas sus ropas se encuentra entre ellas una orden de Rosas para Vigorena ordenando se le devuelva la pequeña embarcación que se le ha sido quitada. Se lo toma como un agente de Rosas y Rico lo hace fusilar. Este suceso provocará un escandalete en el consolado de Estados Unidos en Montevideo.
La partida destacada para convulsionar Azul y Tandil tuvo una pésima suerte: tras un comienzo brillante en que toman Tandil sin esfuerzos, son sitiados luego por las fuerzas de Echevarría. Este les insta a rendirse, ya que dentro del fuerte, con ellos, se hallan muchas familias. Así parecen comprenderlo y en la oscuridad de la noche empiezan una silenciosa retirada. Los indios que descubren la maniobra se lanzan sobre ellos y causan “mucha mortandad”. Las fuerzas de los Libres que actuaron en Tandil y Azul no pasaron de un centenar y medio de hombres. Pocos son los que alcanzan a huir: la indiada rosista no perdona la vida “de los Inmundos unitarios”. El final de la Revolución del Sur, no es la batalla de Chascomús; el millar de Libres que huye, en los primeros meses del año 40 se une a Lavalle en número de 800. Participarán de la desastrosa campaña de éste y muchos de ellos llegarán con sus restos hasta Bolivia.
Rosas en septiembre del año 40 dicta un decreto en que se declaran “embargados los bienes de quienes acompañan al general Lavalle y de los emigrados del país”. Muchas de las estancias de los unitarios quedan comprendidas en este decreto y pasan a poder de los beneficiados por la ley que Rosas dieta dos días después de la batalla de Chascomús. Esta otorga a los que intervinieron en el encuentro y así lo demuestren, tierras cuya superficie va en relación con el grado militar.
La Revolución del Sur ha pasado a la historia como un hecho notable, más por el desastroso final de su gestión y por la macabra suerte de Castelli, que por haber sido un movimiento popular. Su heroicidad precisamente, radica en la aislación con que se produjo. Sólo Dolores y Chascomús respondieron al llamado de los Libres•



Nota dirigida por “Los libres del Sur” al almirante francés Leblanc, estableciendo comunicaciones con la escuadra bloqueadora.



Marcelino Martínez Castro - Francisco Ramos Mejía - Leonardo D. Gandara
Matías Ramos Mejía             Pedro Castelli                 Francisco Madero
Apolinario Barragán              José Ferrari                   Ezequiel Ramos Mejía

3 comentarios:

  1. El hecho de que la revolución del 39 se produce, entre otros, por intereses, lo cita "Historia del Capitalismo Agrario Pampeano", tomo III, . Gelman y D. Santilli, aduciendo que se trató del aumento de la Contribució Directa, sin otros detalles. En este artículo ustedes explicitan algo más los pormenores de tal levantamiento. Muchas gracias, muy interesante.

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    1. Gracias por el comentario, este es un articulo publicado en la revista "Todo es Historia" escrito por el responsable intelectual del blog. De ser posible subiremos las fuentes de ese articulo.

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    2. Gracias. Encontré un artículo de Gelman en Entrepasados, n° 22, con mucha información sobre el levantamiento. Un saludo. Eduardo Rosell

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